Peregrino de las estrellas
Hace muchísimo tiempo, más del que pueden concebir, llegué a este pequeño planeta. Aún sabiendo bien a qué venía, una extraña corriente eléctrica recorría mi cuerpo cuando la superficie de la atmósfera terrestre se entreveía en la ventana.
No era temor, sino más bien ilusión, emoción... Para un peregrino de las estrellas, acudir a la llamada de un nuevo planeta era como la miel para los osos, algo irresistible.
Cada vez que mi ser respiraba un nuevo aire mi corazón bombeaba una nueva sangre, como si los rios de ese planeta fluyeran por mis venas, como si la lava de las entrañas de la tierra fuera la sangre de mi cuerpo.
Del gélido espacio regresaba a una nueva misión y aunque olvidase todo, la calidez de una nueva casa me acogía sabiéndome ciudadano del cosmos.
Soy una estrella fugaz que aterriza en tu presencia, una luciérnaga que enciende la luz de tu amor en la superficie de tu cuerpo. Me hundiré en las profundidades de tus océanos de esperanza hasta hacerme polvo de tu esencia.
¿Recordáis cuándo llegamos? Aunque no fuera así, sí que recordamos que estamos cerca del momento de volver a irnos, de cambiar de nuevo. Y esta vez no necesitaremos naves para cruzar el cielo, y nuestras alas brotarán en nuestras espaldas como haces de luz que mos mueven por el universo.
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